Siempre me pregunté si existen el bien y el mal.
En estos tiempos actualizo la pregunta cuando operan fuerzas oscuras, dueñas de castillos de metal donde pretenden encerrarnos. Creo que esas fuerzas representan algo del mal.
La cárcel se edifica en el mundo de ilusiones (que no es real). Entonces, si no es real, ¿cómo nos afecta el mal?
Soy consciente que hay una guerra invisible que habita el mundo de ilusiones. Me hago consciente de la guerra cuando una incomodidad da vueltas sin parar y quiero liberarme, como Neo en The Matrix. El choque se hace clarísimo si empiezo a sacarme los tubos que mantienen esclavos a mi cuerpo y a mi mente. Salgo de ese huevo en el que tenía los ojos cerrados y los sentidos dormidos. El mal es la fuerza que custodia que no me desconecte y me quiere recuperar cuando logro hacerlo.
Por eso, actualizo la pregunta sobre el bien y el mal, sobre la salud y la enfermedad en esta transición a nuevas humanidades. La pregunta sobre lo real y lo irreal.
Lo real (la verdad) es el amor. Y no existe nada por fuera de ello. ¿Qué estamos aprendiendo en estos cuerpos que habitamos?
Creo que aprendemos a lidiar con lo que nos trae el mundo de los sentidos, el mundo que dictan nuestros sistemas de creencias. Que aprendemos a manejarnos entre opuestos sabiendo que nada se opone realmente entre sí. Que aprendemos a lidiar con lo irreal.
Lo irreal es el miedo, un invento de la oscuridad para que nuestras mentes y cuerpos queden anclados a sistemas de creencias. Lo irreal y el mal a veces están cerca.
¿El mal se expresa en la oscuridad de la muerte? Creo que no: el mal se expresa en el miedo a la muerte, que nos implantan como creencia.
También se expresa en lo que nos imponen: que la felicidad no está en nuestras manos.
Muchas formas de manifestarse tienen estas fuerzas oscuras. Pueden ser parásitos emocionales o mentales: esos que nos dejan en constante repetición de viejos moldes, con tal de no romper las normas, esos que nos inducen a pensar siempre lo mismo para no abrir el caparazón. Algunos parásitos generales: “no sos capaz”, “vas a quedarte solx”, “es imposible”, “la vida es así”, “todo no se puede”, “así no vas a progresar”, etc.
Las fuerzas pueden ser pirámides y panópticos del poder que nos vigilan, también pueden ser armas nucleares o dispositivos para generar incendios o cambios climáticos. Pueden ser las tecnologías que quieren implantar en nuestros cuerpos. Pueden ser los contenidos difundidos para derramar miedo.
Las pirámides y ojos que todo lo ven de las fuerzas oscuras nos quieren quietitxs y con miedo, pensando que la felicidad está allá afuera y en el mundo material (para que sigamos reproduciendo este sistema de farsas).
La gran noticia: el poder está en el espíritu desarrollado y libre. Ser felices está en nuestras manos.
¿Qué tiene que ver esto con la salud y la enfermedad?
La salud integral viene de la mano del equilibrio. El equilibrio, que tiene relación con el orden en la biología, implica una coherencia entre los cuerpos físico, emocional y mental. Si reaccionamos a las condiciones externas, libramos una guerra interna que produce desequilibrio. En cambio, si no reaccionamos, sostenemos el equilibrio (por lo tanto, la coherencia) y obtenemos salud permanente.
«La salud es plena energía en movimiento armónico».
Andreas Kalcker
En contrapartida, la enfermedad es falta de energía: falta de equilibrio que impide a la energía ser plena y armónica. El desequilibrio es signo de pérdida de energía vital.
La fuente de poder del actual régimen es la enfermedad. Su fuerza no es sólo económica sino, sobre todo, subjetiva y ontológica. Para subsistir, abusa de las vidas: «es de la propia vida que el capital se apropia; más precisamente, de su potencia de creación y transformación» (Suely Rolnik).
Problemáticas como: alteraciones hormonales, intoxicación física y mental, etc., son herramientas que utiliza el sistema para mantenernos en estado de enfermedad y dependencia. Una sociedad formada por personas equilibradas es sana, por lo tanto es libre. Individuos sanos (equilibrados) tienen pleno poder sobre su energía (su salud), no necesitan intervención externa, ni medicación, ni vacunas. Por esto, el régimen se vale de mecanismos para que, sistemáticamente, ignoremos nuestros desequilibrios o no podamos atenderlos. La “solución” viene dada desde afuera para que, una vez más, dejemos en manos ajenas nuestro bienestar. Es central para el sistema tenernos controladxs a través de la falta de salud.
¿Qué pasa si, al descubrir el circuito de dominación, superamos esa emoción profunda del miedo, pasando a la acción propia? El miedo se corta. La acción libre es una gran salida a la inmovilidad que produce la rueda de control.
«Del vacío del sabio surge la quietud. De la quietud, la acción. De la acción, el logro».
Chuang Tzu
Si a nivel individual soy capaz de vaciarme de lo externo para procesar la información de lo que soy, de las partes que internamente están en guerra, si lo proceso desde mi propia experiencia, si entiendo que la rueda de control me lleva al miedo para hacer que crea lo irreal, puedo sostener el foco en no reaccionar a las condiciones externas (irreales). Sostenerme en el vacío y la quietud internas. Y pasar a la acción desde mi libertad.
Para crear la nueva sociedad, las nuevas humanidades que estamos necesitando, hacen falta personas conscientes de espíritu libre, vinculándose y cooperando entre sí.
Eso es protegernos de manera consciente. No necesitamos nada más.
May the force be with you.